martes, 19 de abril de 2011

Tarde de museo.

Después de desayunar unos chilaquiles con un jugo de naranja, pensé en darme tiempo de visitar algo interesante y que pocas veces hago, no por falta de gusto, sino porque a veces perdemos de vista la importancia de las cosas realmente valiosas, por nimiedades.

Tomé el camión que me lleva al centro de la ciudad, Colima, y encendí mi reproductor de música. Una canción que realmente me llega al alma sonaba, por eso decidí adelantar la reproducción a la siguiente. Panteón rococó era quién sonaba en mis audífonos. La resaca musical de hace unos días aún hace mella por lo que creo dejaron a desear. Las canciones pasaban sin darme cuenta, mi mente está absorta en tribulaciones sinsentido, producto de mi fehaciente insistencia a crear espacios imposibles. El calor pegaba con toda su fuerza a esa hora, y claro, el dulce sueño que no disfruto por las noches, hace que mis párpados pesen lo suficiente para sucumbir ante la voluntad de ver hacia dónde voy. La gente sube y baja ignorando mi presencia; un señor ya entrado en años, estacionado en la eterna decrepitud que puede obsequiar una vida larga, se sienta a mi lado, parece ser que me hará un comentario, pero al notar los aparatos en mis orejas, desiste. Creo pudiera haber sido interesante charlar con él, al final de cuentas, si tengo suerte, algún día querré hablar con alguien que no me haga caso. Sólo lo pienso, volteo hacia la ventanilla y recorro fachadas y fachadas, unas más dañadas que otras, mientras pienso en qué haré al descender. Quizás me quede aquí arriba, circulando interminablemente hasta el final de la ruta, pero el calor es insoportable.

Cuando el camión llega a mi destino, el anciano se incorpora y camina hacia la parte trasera para también bajar. Es curioso, yo que no le hice caso apenas hace unos minutos, y él que irónicamente y sin saberlo, me ha dicho que vamos hacia el mismo lugar, quizás más como una visión que como una acción, pero me ha enseñado que no puedo ir más allá de donde él ha de llegar.

Camino errático. ¿Palacio de Gobierno o Museo Regional de Historia? Creo que primero paso a ver unos zapatos, hace días que quiero comprar unos. Camino por fuera de Catedral, ahora ya elevada a Basílica Menor, y veo un par de señoras vendiendo cirios pascuales en las puertas; aún sigo pensando en lo lucrativo que pueden llegar a ser las religiones. Dentro, creo imparten catecismo. Camino unos metros más y llego a la puerta de la tienda departamental. la ironía se hace presente como en todos los lugares donde las personas llegamos a consumir algo, unos con dinero para gastarlo y otros, que sigo suponiendo que más que necesidad son explotados, pidiendo una moneda para poder comer. Los zapatos, bonitos, confortables, pero hoy no es día de compras.

Cruzo la calle principal y me encamino a entrar por la puerta trasera a Palacio de Gobierno. Hay una exposición de armas. Algo me falta, reacciono mientras camino. ¡Claro!, debo de comprar una tuba para este calorón. Recorro la exposición, que a mi parecer es escasa en explicaciones y pienso en que el edecán de la puerta no pudo ser menos que genial, un policía estatal.

Salgo algo menos acalorado y cruzo hacia el jardín Libertad, unos cuantos pasos para entrar el museo, en el que encontraré verdaderas salas explicadas, que me darán un rumbo a falta de conocimientos de los temas, y recuerdo que aún no he comprado mi tuba. Al terminar mi recorrido lo haré. Al entrar, una amable trabajadora me convida a ser estudiante o maestro para no pagar la entrada; es una lástima que no lo sea. Pago mi entrada y comienzo por la planta alta. Hace algunos años entré por cumplir un requisito escolar y ahora me doy cuenta de que fui un idiota al no disfrutarlo. Salas explicadas hasta dónde es posible y una ambientación agradable. Creo podrían mejorar la iluminación con sensores, pero no me quejo. Recorro las salas de la planta baja, las que muestran al Colima prehispánico, y recuerdo mejor mis días de escuela. Al final, a punto de salir, me topo con la galería y me adentro. Una muestra interesante y que me perturba: Colima al desnudo. Me perturba por la dualidad mujer-iguana. Trazos excelente al carbón que muestran los contornos, los pliegues y las expresiones casi excitadas del reptil, junto a una triste y lánguida figura de mujer que a la menor provocación muestra sus pechos y la siempre misteriosa entrepierna al juego con las sombras. Al final me quedo con el amor que me propusieron, pudieran tener esos dos. Salgo del museo sintiendo lo que hace años sentí al salir del museo de antropología en la Ciudad de México, los museos me divierten con su sobriedad.

Camino nuevamente por el frente de Palacio de Gobierno y Catedral escuchando aún el ska de los defeños del panteón. El calor arrecia. Camino a paso apresurado para tomar mi camión de regreso. La gente parece más interesada en asolearse que en cubrirse del calor. La avenida Madero está repleta de personas que se detienen a comprar fruta rayada o... ¡caramba!, mi tuba. Entre la gente llegó al tubero, ataviado con el traje de manta, típico de Colima, y le encargo una. A esa hora de la tarde prefiero la compuesta, con sus trozos de manzana y mezclada con agua de jamaica, refrescante, deliciosa para estos calores. Ahora sí, refrescado sigo mi rumbo.

Subo al camión que me ha de llevar de regreso, y pienso en el anciano que un rato atrás se sentó junto a mí. Pago, camino sin poder recordar su rostro. Me siento y el calor vuelve y lo que pensaba anteriormente se evapora. Un niño llora inconsolable y a grito abierto en la parte trasera del camión, creo yo, por el calor. La música en mis audífonos aumenta de volumen para mitigar aquel ruido infantil. los párpados comienzan a pesar de nuevo. Ahora emprendo mi regreso, pensando en si escribiré, una fantasía, o la realidad que noche a noche no me ha dejado dormir.

lunes, 18 de abril de 2011

Re(inventarse - intentarlo - sucitar - tomar - ...)

Pasado el tiempo
las frases se vuelven confusas
las palabras se enredan
las letras se revuelven...

El ocaso está frente a mi
el umbral del desconcierto me ronda
el límite de la paciencia duele
las situaciones empeoran...

La lástima lastima
el sopor inunda las entrañas
las ganas se apagan
el infinito aguarda la llegada
retrasada por la eterna esperanza de ser...