viernes, 24 de junio de 2011

Crónica de una cancelación.

Esa tarde-noche, después del trabajo todo parecía tranquilo. El clima, debido a un huracán que estaba acercándose a las costas de Colima, era estupendo para relajarse, preparar un chocolate caliente, tomar un libro y meterme en cama a disfrutar un buen momento de lectura. Pero en ese momento recordé que, para evitar disgustos más adelante, cancelar una tarjeta de crédito, que dicho sea de paso, no solicité.

Tomo el teléfono y marco al único número que aparece en el documento que me enviaron. Después de tratar de descifrar el menú, opté por la última opción, “…si necesita que lo atienda uno de nuestros ejecutivos, espere en la línea”… esperé. Y esperé. Y esperé largos tres minutos a que uno de los “ejecutivos” me atendiera para que, con un tono amable en la voz me dijera, “buenas tardes, le atiende Juan Pérez, gracias por hablar a su banco [háganmela buena], espere un momento por favor, transferiré su llamada con un ejecutivo que lo atienda”. Fue justo en ese momento cuando pensé, ¿una máquina me canaliza con un humano para que este haga exactamente lo mismo?, vaya tecnología; seguí esperando, en esta ocasión no por tanto tiempo y, ¡oh sorpresa!, ¡me contesta Juan Pérez de nuevo! Ahí fue cuando comenzó en realidad mi encabronamiento, pero me abstuve de expresarlo.

El tono amable de voz continuó. Entre las varias preguntas que me hizo, llegamos al punto en que aún no tenía mi plástico y que debía de darles los diez y seis números de la cuenta para poder cancelarla, así que, sí, me canalizó con el departamento correspondiente. Muy bien, ya con el siguiente “ejecutivo”, y después del mismo cuestionario de “seguridad”, obtuve mi número de cuenta. Aclaro que el calvario que pasé aún no comienza. Ahora sí, por fin, me canalizan con el “ejecutivo” que cancelará mi cuenta. Después de un par de tonos, me contesta Juana Pérez [que no es ni remotamente pariente del primero]. Y es aquí donde comienza mi calvario.

Juana Pérez [JP]: Buena tarde, gracias por hablar a Banorte, le atiende JP, ¿con quién tengo el gusto?

Yo [Yo]: conmigo.

JP: buenas tardes señor, ¿en qué podemos ayudarle?

Hasta ese momento pensé que todo estaría muy bien. Que equivocado estaba.

Yo: quiero cancelar una tarjeta de crédito.

JP: claro que sí señor, le voy a hacer unas preguntas de seguridad.

Claro, las mismas preguntas que ya he respondido dos veces. Está bien, pienso, son de seguridad. Una vez contestadas, me dije, se terminó, ahora cancelan mi cuenta y me voy a preparar mi chocolate. Si, como no.

JP: correcto señor, ¿sabe de las promociones que le da esta tarjeta?

Yo: no, por ahora sólo quiero cancelarla.

JP: pues bien, esta tarjeta le ofrece… bla, bla, bla [hasta este punto creí que JP me estaba escuchando, pero me di cuenta que no era así]… bla, bla, bla… ¿qué le parece?

Yo: gracias, pero por el momento sólo quiero cancelar mi tarjeta.

JP: está bien señor, esta tarjeta no le cobra anualidad, además le ofrece las mejores promocio.. bla, bla, bla… bla, bla, bla… bla, bla, bla… ¿qué le parece?

Yo [ya un poco irritado, pero siempre amable]: le repito señorita, por el momento no quiero una tarjeta de crédito, sólo quiero cancelarla.

JP: correcto señor, puede decirme por qué quiere cancelarla.

Yo: porque no quiero tenerla.

JP: muy bien señor, mire esta tarjeta bla, bla, bla… bla, bla, bla… bla, bla, bla…

Para este momento yo ya no escuchaba a JP, estaba jugando con fiona, mi perra, esperando a que terminara de hablar.

JP: ¿qué le parece?

Yo: no, en verdad sólo quiero cancelarla.

Poco más de media hora pasó, la labor de convencimiento no funcionaba, pero JP en búsqueda de su comisión, lo cual es su trabajo, seguía hablando. Y al final vino una propuesta interesante.

JP: ¿qué le tiene que ofrecer Banorte para que usted no cancele la cuenta?

Muy interesante, me dije. Y ahí fue donde tenía que poner el dedo en la yaga.

Yo: que no me cobre ningún interés.

La respuesta que obtuve hizo que me riera a carcajadas de la desesperación.

JP: muy bien señor, pasaré su petición con nuestro centro ejecutivo, pero en este momento se compromete a no cancelar la cuenta, ¿está de acuerdo?

Ouch, machetazo a caballo de espadas [estos cuates siempre tienen una as bajo la manga].

Yo: no señorita, sólo cancele la cuenta.

Palabras más, palabras menos, pero pude “convencer” a Juana Pérez de cancelar mi cuenta. Al final, una pregunta que nunca supe si era una broma de mal gusto o fue en verdad:

JP: ¿desea tratar algún otro asunto?

Por fin, colgué, no sin antes agradecerle el “apoyo”.

Al final, sólo me quedé con una reflexión: “¿Es tan difícil entender la frase quiero cancelar la cuenta? ... ¡¡¡carajo!!!”

miércoles, 15 de junio de 2011

¡Ey!, nadie es perfecto...

Esto es cierto. La perfección se puede buscar, con el día a día, y lo que para nosotros es eso, perfecto, alguien más llega y nos demuestra que no es así. Y de nuevo comienza la travesía personal para alcanzarla.

La perfección la alcanza quien no hace caso de lo que pase o se diga a su alrededor. Porque la perfección, muy a diferencia de lo que creemos, sólo se puede ver hacia el interior de cada uno de nosotros.