Las primeras cosas que pensé cuando se desató la epidemia de influenza porcina en nuestro país fueron de incredulidad. Conforme fueron pasando las horas, mi percepción cambió. La noticia corrió como reguero de pólvora: México estaba en el umbral de una de las peores crisis sanitarias de su historia.
Ese día, viajé en pesero y en el metro. La noticia de que la situación se había agravado [según las autoridades] la recibí minutos antes de salir a tomar el transporte, en el cual hago un viaje de alrededor de dos horas. Muchas de las personas que salían de laborar a esa hora sólo habían escuchado rumores o estaban medias informadas por lo que se publicaba en Internet. En ese momento calculé que un 5% de las personas traían su cubrebocas [si no es que menos]. El transcurso entre el lugar donde laboro y la casa fue de incertidumbre, las personas comenzábamos a vernos unas a otras con temor a contagiarnos de algo que ni sabíamos qué era. La psicosis comenzaba.
Llegando a casa, conforme fue fluyendo la noticia, me percaté de que la cosa estaba más seria. El saber que me pude contagiar mientras iba en el transporte público me dio algo de cosa. Las páginas en Internet de todos los periódicos publicaron desde el primer momento la emergencia. Las cosas se tornaron casi catastróficas. El miedo se apodero de una gran mayoría de habitantes de la Ciudad de México.
Las horas pasaron y con ello el temor de muchos y la desconfianza de algunos, debido a la rapidez con que se propagó la enfermedad. Mientras los más, se surtían y arrasaban por cubrebocas y gel desinfectante, los menos apostaban por que esto era una táctica gubernamental de cara a las elecciones de julio próximo. Para el domingo los cubrebocas sólo eran estadística, y mucho dinero, para las farmacias. El desabasto de este material de protección, hizo que se cotizaran hasta en $70 por una pieza de valor comercial de aproximadamente ¢50, las compras de comida enlatada se disparó, el inminente cierre de la ciudad estaba alentando los rumores catastrofistas de ciertas personas que, conciente o inconcientemente los divulgaban. Los días pasaron, la información que emitía el Gobierno Federal por medio del Secretario de Salud, hacían ver que las cosas estaban mucho muy críticas, más que al inicio [como en toda epidemia]. Pero hubo algo que no cuadraba: los números. Mientras se decía que la enfermedad era de una peligrosidad muy alta, y ante la falta de productos para poder protegerse, los enfermos no eran los que, por la peligrosidad, se esperaban. En televisión nacional aparecía una trabajadora de la Secretaría de Salud del DF dando una cifra diferente a la de su homóloga federal, las dudas crecieron. Y de esta manera el Presidente tomó la decisión de cerrar las escuelas en el DF, Estado de México y San Luis Potosí; después le siguió todo el país. Los restaurantes, cines, teatros, bares, discotecas, centro de baile y demás donde se pudiera reunir gran cantidad de personas cerraron sus puertas. Algo en verdad estaba pasando. La actividad económica en el país se veía casi diezmada.
Entonces vinieron a la mente de muchos, ahora sí muchos, el chupacabras, los náufragos, el colera, entre varias más, y se comenzó a pensar en otra gran cortina de humo. Correos electrónicos de personas que tenían información de primera mano [así la catalogo ya que no la conozco o no se dónde buscarla, pero con eso no quiero decir que no la pudieran tener], de reuniones de los países industrializados con respecto a que las farmacéuticas estaba quebrando y necesitaban reactivar ese sector que genera miles de millones de dolares al año para muchos países; la visita del Presidente de estados unidos a nuestro país para cerrar un “trato” para que México fuera el que se aventara; el endeudamiento por parte de México para el beneficio de unos cuantos; en fin, fueron varios los correos con ese mismo tema.
La verdad en el país es que hubo cosas y casos raros que sólo se pudieron ventilar gracias a la influenza porcina. Se aprobaron leyes que tenían en duda a muchos legisladores por su alta “volatilidad moral”. La despenalización de ciertas drogas en cantidades ‘personales’ y la que da facultades a la Policía Federal de hacer labores de inteligencia. El sospechosismo no se hizo esperar. ¿Por qué en medio de una crisis, se ponen tan trabajadores los Diputados? Si en sesiones ordinarias, extraordinarias y privadas [si es que las hay] nunca se ponen de acuerdo dado que rara vez trabajan, en estos momentos sacaron tan rápido y sin chistar de muchos, tales reformas. ¿Acaso eso no es sospechoso?
Los rumores siguen, la contingencia no ha terminado, las personas en la ciudad día a día regresa a la normalidad, si es que después de todo y con tanto bombardeo de información se puede regresar a ella. Pero creo que no hay que hacerle caso a los rumores. Hay ciudades en donde se han multiplicado los casos, Estados en donde su Gobernador no dispuso de un cerco sanitario adecuado y ahora ya está en estado de alerta. Estamos a merced de gobernantes mentirosos que no dan cifras verdaderas.
Lo cierto es que a raíz de esta epidemia, México ha sufrido tanto interna como externamente, la discriminación hacia los mexicanos se ha multiplicado, esto por el temor a contraer el virus; he leído de casos de mexicanos que no han estado en el país durante varios meses, y aún así son discriminados. ¿Acaso el Gobierno no dijo que sucedía para que Obama no cancelara su mini gira? No lo se. Pero lo que sí se, es que las perdidas económicas, la discriminación y la incertidumbre de hasta cuándo terminará esto, afectarán por mucho tiempo a nuestro país.
Científicos han dicho, que no se debe de bajar la guardia con esta enfermedad, porque su ciclo natural no ha terminado. En la epidemia de 1918 en España, un virus casi igual al que ahora nos aqueja mató a miles de personas, pero no en su primera etapa sino en la segunda, e incluso en una tercera. El calor del la primavera y el verano contribuyen a la mitigación del virus, pero la llegada del frío a finales del otoño, renueva la potencia del virus y ataca con más fuerza. Esto aunado, según varios científicos, a la potencial mutación que tiene este virus. ¿Verdad o mentira? ¿Treta gubernamental para distraernos y vender PEMEX? ¿Otra gran cortina de humo? Cada quien es libre de pensar lo que se le antoje y es el responsable de sus actos, pero como reza la frase célebre: “quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”. Por lo pronto yo me estoy previniendo. Si me veo ridículo con cubrebocas en el metro o en el pesero o limpiándome las manos a cada rato, no importa. Me queda claro que estamos en un universo que cumple ciclos.
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1 comentario:
Buena crónica caon!! jeje.. Y que bien que algunos sigan(a la fecha) tomando sus precaciones, porque acuerdate que a principios de junio iré a un concierto al DF y no quiero que nadie me contagie, ja! Aunque creo que para esa fecha, esto ya habra pasado.
Saludos caon!!
P.D. No uses cubrebocas!! No sirve de nada.. O si lo vas a subir, por lo menos sube una foto (a este blog) tuya usándolo, pa reírnos todos!!! ;)
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