sábado, 31 de diciembre de 2011

En el ocaso del 2011

Un ciclo más que se cumple, esperemos que el que iniciemos mañana sea más productivo en esta atalaya de la desinformación y la contra cultura. Por mi parte les deseo éxito en todos los objetivos trazados. Felicidad y amor es el complemento perfecto para el éxito.

Excelente 2012 para todos…

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Lo absurdo de la cordura...

Las líneas más absurdas que escribo, provienen del consiente interno, ese que se rehúsa a gritar las penas y desahogar la ira…

Los pensamientos más absurdos, pueden llegar a ser nuestras mejores ideas disfrazadas de locura.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Réquiem de mis últimas horas.


Repentinamente tuve la misma sensación de la noche anterior… traté de reaccionar, que ahora no me afectara, pero fue imposible, la música ya había entrado en mis oídos… sufrí el gozo de sentirme vivo y recé, lloré, reí, grité, callé, mentí, viví, todo, a un mismo tiempo. Ese día fue el más desconcertante y feliz que haya tenido. Un instante después, morí.

Suena la marcha, mí marcha fúnebre. Todos lloran a mí alrededor. Que pena no poder decirles, “señoras y señores, ahora soy feliz, ustedes vivan”.

jueves, 25 de agosto de 2011

martes, 23 de agosto de 2011

Historias en corto: El tahúr.

Juan mostró sus cartas... dos pares. Esta era su última oportunidad antes de perder todo lo que le quedaba, su casa.

—Anda, muéstralas —pidió casi inaudible.

—Tienes suerte pinchi Juan — respondió Pedro, bajando un par.

La expresión de Juan era de alivio. Era el momento de levantarse de la mesa de juego y retirarse con esa última movida. nadie lo detendría. Ante todo, el juego ahí era de honor.

—¿Vamos por todo? — preguntó Juan ante la mirada incrédula de todos los ahí presentes.

Hacía dos años y medio que había jugado por primera en este bar. Cuando llegó aquel día, parecía distraído. Llegó hasta la barra y pidió un whisky doble en las rocas. A todos los ahí presentes, que eran no más de diez, les pareció raro, porque a lo que más llegaban era a un tequila barato. El cantinero, Pedro, abrió la única botella que tenía en su cava. Sirvió, primero con recelo, y después con generosidad un vaso con lo que él creía era uno doble. Juan agradeció reconociendo que el cantinero nada sabía de un doble. Sin embargo nada dijo, al final de cuentas un triple no le caería nada mal. Todos a su alrededor siguieron con sus vidas. las fichas del dominó sonaban de nuevo sobre aquella mesa de lámina, propiedad de la cervecera. La música comenzó entonces. De entre todos esos sonidos, una voz le apuntó directo.

—¿Juega usted una mano?

Juan hizo como que no le hablaban a él. Dio otro sorbo a su bebida y miró de nuevo su reflejo en aquel espejo al final de la pared que tenía enfrente. Ahora la invitación fue más directa. Juan no pudo decir que no.

Dos años y medio perdiendo arruina a cualquiera. Nadie sabía por qué lo hacía. Ya una vez, Julián, el más decente, por decirlo de alguna manera le había condonado la deuda, pero Juan se negaba a aceptar, como dice la canción, las deudas de juego, son siempre deudas de honor decía. Una sola ocasión había tomado mientras jugaba y fue la primer noche de juego. Nunca hablaba de familia, amigos o trabajo. Hacía bromas, platicaba chistes y comentaba las noticias políticas. Pero ese era su mundo de conversación.

Siempre al terminar la noche, salía sin un cinco en la bolsa, sólo se quedaba con aquellos cien pesos para el taxi, que cada jueves, el día de juego, lo esperaba a las doce de la noche en punto fuera de la cantina. Las especulaciones de dónde obtenía el dinero, que sin excepciones noche a noche perdía, eran variadas, desde el vendedor de drogas, hasta el rico excéntrico en busca de un poco de diversión. Nunca una sola palabra de su vida fuera de aquella cantina. Esa noche fue especial, llegó y dijo:

—No tengo nada más que perder— miró alrededor, a cada uno de los pocos presentes al rostro y sentándose en su silla de cada jueves dijo, —apuesto mi casa.

Murmullos entre unos y otros se desataron. Pedro pocas veces apostaba. Él prefería ser el espectador que ganaba siempre al ver como unos reían y otros lloraban al ganar y perder. Esa noche se puso al tú por tú con Juan.

—¿Cuánto vale? —preguntó ante el asombro de todos.

—Tres veces de lo que vale tu cantina — respondió seco, —pero te la acepto al tres por uno, es mi último juego.

—Julián, ¿qué esperas para sacar ese mazo de su caja? —gritó el cantinero, y completó, — ¡esta noche las bebidas van por mi cuenta!

Las barajas fueron repartidas y la suerte por primera vez le sonrió a Juan. Nadie podía creerlo.

Cuando todos creyeron que se marcharía con su primera victoria, apostó su resto. Apostó lo que le quedaba de vida. Julián, preguntó con morbo, —¿para qué apuestas tanto?, vete ya y vive tu vida.

— Para vivir solo como hasta ahora, la calle me basta.

jueves, 18 de agosto de 2011

Historias en corto: La niña de las rosas.

Ángela me miraba incrédula. Parecía como si le estuviera proponiendo algo malo.
—¿Por qué tengo que hacer eso?
—Porque te pagaré.
—Es muy extraño lo que me pide. Nunca lo había hecho. — La sonrisa me advertía que había accedido. — ¿Qué tengo que hacer?
—Esperas a que yo llegué al lugar, esperas dos o tres minutos.... mmmm, no, mejor cinco minutos, y llegas. Recuerda que nadie debe de darse cuenta de nuestro trato — reí.
—Claro que no, no se preocupe.
Caminé hasta el restaurante y me dirigí a la terraza. Rodeé un par de mesas hasta llegar a la más alejada de la puerta. De inmediato un mesero se acercó y tomó mi pedido, vodka tonic por el momento, por favor, pedí seguro, como dando a entender que esperaría a alguien. El mesero se alejó a por mí bebida. Repasé dos o tres veces los rostros a mi alrededor, con seguridad, mirando a los ojos a quien se dejara. Siempre evitando una conexión directa con ella. De pronto, la niña de las flores, Ángela, se acercaba por la puerta principal, volteando hacia atrás como recibiendo instrucciones de alguien invisible y caminando entre las mesas, con la flor en la mano. Preguntaba al aire si era este o aquel, pero poco a poco se acercaba a mi mesa. Llega frente a mí y con voz fuerte me dice, señor, la señorita de allá afuera se la manda. El diálogo ensayado siguió como lo planeamos.
—¿Cuál señorita?, no veo a nadie.
—La que está allá afu... ups, creo que se ha ido.
Sonrío y le doy las gracias. Ella se retira siguiendo sus pasos.
De pronto, ella se incorpora, alisa su vestido sutilmente, y al parecer se disculpa con sus compañeras de mesa. Camina hasta mi lugar y me pide si puede acompañarme.
La sonrisa ahora era real. Un plan tan absurdo, había dado resultado.

miércoles, 10 de agosto de 2011

¡¡¡Es mi-hada!!!

En 2009 hubo una crisis económica mundial, que para muchos fue devastadora. Ahora resulta que desde hace unos días, las bolsas de valores de las economías más solidas del planeta, se tambalean ante una nueva posible recesión, que agarra a todos con los calzones abajo. Términos más, términos menos, pero lo que entiendo es que ahora sí nos puede cargar el payaso pero feo.

Esto pudiera aterrar a cualquiera, que entienda de cuestiones bursátiles, de macroeconomía y demás cosas que poco nos interesa a los simples mortales entender. Porque, ¿para qué aterrarnos con las crisis mundiales si de todas formas estamos jodidos? ... Mejor vamos a formarnos en esa fila, sí, en esa en donde podemos pasar hasta más de dos horas para poder ver a un...... ¿hada?

¿Hasta dónde ha llegado la imaginación de las personas para creerse que un baboso atrapó un/una [aún no lo tengo bien dominado] hada y el imbécil la mató? Ahora que no me vayan a salir con que el primo del amigo del baboso que la/lo atrapó, acaba de capturar a Peter Pan en un viajesote que agarró después de un buen pasón. ¿Para esto quiere el secretario de educación que la población siga viendo telenovelas con la excusa de que son formativas?

Cada quién es libre de creer en lo que quiera o necesite. Pero el libre albedrio tiene límites creo yo, y más si eso limita el crecimiento como sociedad. Tenemos que aspirar a pensar mejor para vivir mejor y no dejarnos influenciar por cuentos, historias e incluso dogmas de fe que en la mayoría de los casos dejan provecho, principalmente económico, a quienes las encabezan.

Y aquí termino esta reflexión, porque voy ponerle algo de comer a mi gnomo que ha de estar bien cansado de trabajar.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Al tiempo...

La realidad es al futuro, lo que la cordura a un demente.... no planees el futuro con detalle, actúa disfrutando tu presente.

viernes, 24 de junio de 2011

Crónica de una cancelación.

Esa tarde-noche, después del trabajo todo parecía tranquilo. El clima, debido a un huracán que estaba acercándose a las costas de Colima, era estupendo para relajarse, preparar un chocolate caliente, tomar un libro y meterme en cama a disfrutar un buen momento de lectura. Pero en ese momento recordé que, para evitar disgustos más adelante, cancelar una tarjeta de crédito, que dicho sea de paso, no solicité.

Tomo el teléfono y marco al único número que aparece en el documento que me enviaron. Después de tratar de descifrar el menú, opté por la última opción, “…si necesita que lo atienda uno de nuestros ejecutivos, espere en la línea”… esperé. Y esperé. Y esperé largos tres minutos a que uno de los “ejecutivos” me atendiera para que, con un tono amable en la voz me dijera, “buenas tardes, le atiende Juan Pérez, gracias por hablar a su banco [háganmela buena], espere un momento por favor, transferiré su llamada con un ejecutivo que lo atienda”. Fue justo en ese momento cuando pensé, ¿una máquina me canaliza con un humano para que este haga exactamente lo mismo?, vaya tecnología; seguí esperando, en esta ocasión no por tanto tiempo y, ¡oh sorpresa!, ¡me contesta Juan Pérez de nuevo! Ahí fue cuando comenzó en realidad mi encabronamiento, pero me abstuve de expresarlo.

El tono amable de voz continuó. Entre las varias preguntas que me hizo, llegamos al punto en que aún no tenía mi plástico y que debía de darles los diez y seis números de la cuenta para poder cancelarla, así que, sí, me canalizó con el departamento correspondiente. Muy bien, ya con el siguiente “ejecutivo”, y después del mismo cuestionario de “seguridad”, obtuve mi número de cuenta. Aclaro que el calvario que pasé aún no comienza. Ahora sí, por fin, me canalizan con el “ejecutivo” que cancelará mi cuenta. Después de un par de tonos, me contesta Juana Pérez [que no es ni remotamente pariente del primero]. Y es aquí donde comienza mi calvario.

Juana Pérez [JP]: Buena tarde, gracias por hablar a Banorte, le atiende JP, ¿con quién tengo el gusto?

Yo [Yo]: conmigo.

JP: buenas tardes señor, ¿en qué podemos ayudarle?

Hasta ese momento pensé que todo estaría muy bien. Que equivocado estaba.

Yo: quiero cancelar una tarjeta de crédito.

JP: claro que sí señor, le voy a hacer unas preguntas de seguridad.

Claro, las mismas preguntas que ya he respondido dos veces. Está bien, pienso, son de seguridad. Una vez contestadas, me dije, se terminó, ahora cancelan mi cuenta y me voy a preparar mi chocolate. Si, como no.

JP: correcto señor, ¿sabe de las promociones que le da esta tarjeta?

Yo: no, por ahora sólo quiero cancelarla.

JP: pues bien, esta tarjeta le ofrece… bla, bla, bla [hasta este punto creí que JP me estaba escuchando, pero me di cuenta que no era así]… bla, bla, bla… ¿qué le parece?

Yo: gracias, pero por el momento sólo quiero cancelar mi tarjeta.

JP: está bien señor, esta tarjeta no le cobra anualidad, además le ofrece las mejores promocio.. bla, bla, bla… bla, bla, bla… bla, bla, bla… ¿qué le parece?

Yo [ya un poco irritado, pero siempre amable]: le repito señorita, por el momento no quiero una tarjeta de crédito, sólo quiero cancelarla.

JP: correcto señor, puede decirme por qué quiere cancelarla.

Yo: porque no quiero tenerla.

JP: muy bien señor, mire esta tarjeta bla, bla, bla… bla, bla, bla… bla, bla, bla…

Para este momento yo ya no escuchaba a JP, estaba jugando con fiona, mi perra, esperando a que terminara de hablar.

JP: ¿qué le parece?

Yo: no, en verdad sólo quiero cancelarla.

Poco más de media hora pasó, la labor de convencimiento no funcionaba, pero JP en búsqueda de su comisión, lo cual es su trabajo, seguía hablando. Y al final vino una propuesta interesante.

JP: ¿qué le tiene que ofrecer Banorte para que usted no cancele la cuenta?

Muy interesante, me dije. Y ahí fue donde tenía que poner el dedo en la yaga.

Yo: que no me cobre ningún interés.

La respuesta que obtuve hizo que me riera a carcajadas de la desesperación.

JP: muy bien señor, pasaré su petición con nuestro centro ejecutivo, pero en este momento se compromete a no cancelar la cuenta, ¿está de acuerdo?

Ouch, machetazo a caballo de espadas [estos cuates siempre tienen una as bajo la manga].

Yo: no señorita, sólo cancele la cuenta.

Palabras más, palabras menos, pero pude “convencer” a Juana Pérez de cancelar mi cuenta. Al final, una pregunta que nunca supe si era una broma de mal gusto o fue en verdad:

JP: ¿desea tratar algún otro asunto?

Por fin, colgué, no sin antes agradecerle el “apoyo”.

Al final, sólo me quedé con una reflexión: “¿Es tan difícil entender la frase quiero cancelar la cuenta? ... ¡¡¡carajo!!!”