lunes, 28 de febrero de 2011

¿Plata o plomo? ... ¿una difícil decisión?

Me he puesto a divagar acerca de la seguridad en el país, a nivel general, y para nada me ha gustado lo que llega a mi mente.

Las policías a nivel nacional están completamente infiltradas, al igual que el ejército y la marina por el crimen organizado. Los agentes del orden así como los elementos castrenses que se niegan a colaborar con la delincuencia, son orillados a decidir entre el ya famoso "plata o plomo".

Entonces, fue de ahí que vino la reflexión, la cual fue cuando abordé el transporte público y vi a dos chamacos, de preparatoria que, al ver una patrulla que pasaba junto al camión, comentaron, "no, yo que esos pendejos me volvería narco, son más chingones y ganan más". La educación deficiente que tienen en sus casas, aunada con el pésimo modelo educativo, no es lo que me sorprendió, sino que el hecho que, en un contexto lógico, tienen razón. Para este tipo de agentes en otros estados, les ha sido más redituable y sobre todo conveniente, unirse al crimen, porque prefieren seguir viviendo, y claro, ganar más que los deficientes sueldos que perciben cada quincena.

Pero veo muy complicado, más no imposible, poder palear este mal. Uno, el tejido social [y como ejemplo están ese par de tarados que me topé en el camión] está desgarrado, porque cuando un estudiante de bachillerato da por hecho que es mejor, por cualquier punto que se le vea, el ser narco al ser un representante de la ley que la haga cumplirse, es un indicador de cómo se ve a la sociedad en general. Y dos, las autoridades responsables de todos estos policías y militares no llevan a cabo acciones que en verdad merme el negocio, ya sea por complicidad o por incompetencia.

¿Qué pasará cuando la mayoría de los policías, soldados, marinos, se pasen al lado del crimen? ¿Cuál será la estrategia desde las más altas esferas del gobierno, tomando en cuenta que no estén corrompidas? ¿Qué nos espera a los que todavía creemos en la correcta impartición de justicia? ¿Qué será de México cuando ya no tengamos quién le haga frente al crimen?

¿No crees que es hora de ponernos a pensar en eso? ¿No crees que ya estamos en el punto de preocuparnos por lo que sucede a nuestro alrededor?

Muchas preguntas... ¿en dónde encontramos las respuestas?

miércoles, 23 de febrero de 2011

Nostalgia por el pasado.

Hoy, al despertar, antes de abrir bien los ojos, rogué a Dios que todo hubiera sido un horrible sueño, y que de aún tuviera diez años.
Estando aún con los ojos cerrados, recordé el aroma de mamá, siempre fresca. Todas las mañanas llegaba antes de poder apagar el despertador y de un gran manotazo, me descubría por completo de la ropa de cama. No me daba opción a flojear siquiera un minuto."La pereza al despertar es la peor de todas, porque no te deja ver lo hermosa que es la mañana", decía.
Acto seguido casi a rastras me llevaba hasta el baño, donde sobra decirlo, la regadera ya estaba arrojando esa cascada de agua tibia, pero que bien servía para despertar a cualquiera. Lo de mamá era precisión cronometrada, porque en lo que me bañaba, ella iba a la habitación de Raquel, mi hermana, y cumplía con el mismo ritual, para cuando yo salía del baño, mi hermana iba entrando. Nada se le iba.
El desayuno era discontinuo, porque yo salía antes que mi hermana hacía la escuela. Y por eso, la precisión del baño se cumplía casi siempre en la mesa. La escuela siempre me gustó, y fui un estudiante sobresaliente, y lo que más disfrutaba era la sonrisa de mamá al ver mis calificaciones.
Recuerdo el premio al haber obtenido el primer lugar de aprovechamiento de quinto año, algunas lágrimas rodaron por la mejillas de mi viejita linda. La secundaría y preparatoria fueron casi similares a la primaria, pero con la secrecía que va dando a los adolecentes la pubertad. Ya para la licenciatura, fue diferente, mamá no pudo pagar la carrera que quise y se dedicó a darme ánimos para lograr lo que me propusiera. Claro, no hubo mejor ayuda que esa.
Hoy, recostado en mi cama, me da miedo abrir los ojos y darme cuenta que mi viejita linda, en verdad ya hizo canas; que la violencia en la ciudad y la incertidumbre de no volver por la noche a casa no es una pesadilla; que mi hermanita no murió atropellada por un ebrio que regresaba de una noche de sexo y drogas mezcladas con alcohol. Me daba miedo aceptar que todo había cambiado y que mi niñez se había ido para nunca volver.
Abrí lentamente los ojos, y ella no estaba. Al menos físicamente. Pero siempre recordaré su olor, aún cuando detrás que aquellas paredes que formaban mi casa, una ciudad se mate día a día y no tenga la seguridad de que mañana, la recuerde entrando a mi habitación para desearme un excelente día.

martes, 15 de febrero de 2011

El desierto de las respuestas.

Cuando el desierto ardía más, Elena caminaba desorientada. El pollero que cinco días atrás le había cobrado los ahorros de todo un año, y sobre todo, jurado por diosito santo y su madrecita la virgen, cruzar la frontera para reunirse con su marido, la había abandonado junto con el resto de los migrantes.

Habían pasado unas cuantas horas de que el sol había aparecido en el horizonte, y ya sentía que los pies se le derretían. El calor la cegaba por completo. Detrás de ella, casi como una rémora, caminaba una chiquilla de apenas unos doce años. Nadie sabía el nombre del otro. Ni siquiera supieron cómo se llamaba el hombre que apenas unas dos horas antes se había desvanecido por la falta de agua. Nadie volteo atrás una vez que lo arrastraron hasta el arbusto, para que su muerte no fuera tan espantosa. De repente, como por obra de Dios, Elena vio ahí, frente a ella a su marido.

Juan había emigrado ilegalmente apenas dos meses después de casarse; tenía que ofrecerle una vida decorosa a la mujer que amó desde el primer momento de verla, pero no podría hacerlo con su trabajo de albañil. Él tenía que superarse. Elena no aguantó la soledad y se encaminó a encontrarlo. Ahora, ahí estaban, frente a frente.

Con las pocas fuerzas que le quedaban, le toco el rostro. Alcanzó a besarlo antes de caer de rodillas sobre la arena. Agradeció al cielo haberlo llevado hasta ese lugar y con el último suspiro le dijo te amo.

Meses después, Juan buscaba por todos los medios posibles a Elena. Nunca la encontraría. Todas las preguntas sobre ella quedaron sin contestar. Todas las respuestas quedaron en el desierto, donde tantas y tantas preguntas pueden ser contestadas.

Tiempo al tiempo...

Ahora no me queda más que confiar en el tiempo… Ojalá que no sea mi enemigo y pueda recuperar lo que perdí.

jueves, 10 de febrero de 2011