jueves, 30 de septiembre de 2010

Cuarto acto.

Mientras Alonso trataba de ordenar sus ideas, la tristeza le embargaba. No podía entender  la forma en que Regina había actuado.
"¿Por qué actua de esa manera?",  se decía, se reclamaba. Pero él mejor que nadie sabía que no tenía culpa alguna de todo lo sucedido.
Él lloraba.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Tercer acto.

Unos meses antes, mientras aún era libre de ir a dónde quisiera, Regina disfrutaba de pasear a solas en el parque cercano a su casa. Un espacio hermoso, en el que disfrutaba de un momento relajado, en el cual podía sentir el contacto con la naturaleza y sobre todo saberse dueña de sus más profundas perversiones.
“Nunca puede llegar a imaginarse uno mismo de lo que es capaz cuando se lo propone, sea lo que sea”, se decía mientras lamía el helado que ya escurría de su barquillo. “Estoy segura que hoy por la noche, probaré algo nuevo”, pensó mientras reía para sí misma.
Caminó hasta la banca dónde se encontraba su gran amigo de aventuras, aquel con el que podía ser más libre de lo que ya era. Don Carlos Padilla…

martes, 28 de septiembre de 2010

Segundo acto.

Regina permanecía sentada detrás del sillón. Estaba muy triste por el regaño de su papá. Aún no podía comprender las razones que él tenía para reprenderla. "Lo odio", pensaba a cada momento. Joven, con dieciséis  años, no entendía otra cosa que sus propios sentimientos juveniles. El tiempo pasa rápidamente. La vida cobra demasiado caro las malas decisiones.
Hoy de nueva cuenta está detrás de un sillón, llorando. Pero ahora no hay nadie que la reprenda. Ella sola basta para hacerlo.
Algo es seguro, el "él" de ahora, no está llorando como su padre años atrás.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Primer acto.

La silla frente a la puerta, avisaba que le estuvo esperando sin esperanza. Pero esperó.
Él entró y no le importó ese monumento a la desesperación, tan sólo hizo a un lado la silla y siguió su camino a la recamara. La puerta estaba abierta, cosa rara para una escena tan recurrente. Se percató que nadie estaba dentro, así que sólo avanzó hasta llegar a la cama y desplomarse para entrar en un profundo sueño.

Ella, lloraba...

martes, 21 de septiembre de 2010

¿Y si mejor piensan en mejorar las leyes?

Mientras más veo las estupideces que hacen algunos pinches diputados, peleándose unas mantas y haciéndose los ofendidos porque no se respeta su derecho a la libertad de expresión, más pienso que esta bola de imbéciles e inútiles, deben de irse mucho a chingar a su rebien puta madre....

 

¡¡¡Ya basta de tantas pendejadas!!! ¡¡¡Pónganse a trabajar pinches parásitos!!!