Comienzan estos tres minutos y medio y me encuentro
caminando por la Ciudad de México, avenida Palmas para ser más específico.
Entre autos de lujo, personas caminando en todas direcciones, me abro paso para
llegar a mi destino, el cual se esfuma al terminar el tiempo definido.
Por arte de magia, me encuentro sentado en un pesero con
rumbo al jardín de Coyoacán. El recorrido me lleva a un costado del hospital de
Xoco, lleno de gente y vendedores a las afueras de este. Casi llego a mi
destino, preparándome para bajar, estirar las piernas un rato después de una
travesía diaria en metro. No llego a mi destino, pues el tiempo nuevamente se
me termina.
Así pasan tres, diez, doce, quince historias inconclusas,
quizás veinte, las que me permite el tiempo real en lo que llego a mi destino,
escuchando mi vieja playlist, una de muchas que recurrentemente elegía para mis
recorridos diarios en la gran ciudad.
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