El olor del petate me impregna. Son las ocho de la noche y se respira olor a madera. Hoy, nueve de Febrero, día de la primer cabalgata.
Recuerdo estar en esto desde hace más de veinte años y todavía siento la misma emoción. El estar entre la gente que año con año viene a disfrutar de la fiesta es reanimante. Los gritos. El ambiente.
La Petatera es un símbolo de identidad. Una manera de sentirnos de la villa. De “La Villa de Álvarez”. Una persona fue la que me inculcó que es más que una plaza de toros. La misma persona que me enseño a enfrentarme a la vida. La persona más importante en mi vida. Mi abuelo. Don Jesús Aguilar Corona.
Él siempre se sentía mucho mejor cuando se acercaba la fecha de comenzar la construcción. Aun cuando le costaba más trabajo caminar, lo hacía con una vitalidad asombrosa. Fue, durante muchos años, inspector de madera. Se encargaba de revisar, y en su caso rechazar, la madera y petates que se utilizan para la edificación de la plaza. Participó como constructor aproximadamente desde los veinte años de vida, esto es por ahí de 1932. Como tabladero tuvo la oportunidad de construir durante aproximadamente 40 años un palco. Bueno, antiguamente si se quería hacer un paco de sombra, se tenía que hacer uno de sol. Conoció a bastantes personas durante su vida en La Petatera. Durante muchos años su presencia era indispensable en la construcción, ya que no cualquiera se echaba a cuestas la tarea de rechazar madera y aventarse broncas con los inconformes. Pero fue alguien, que como pocos, conocía de mucho de madera.
El hacer un tablado no es solo pensar en las ganancias que puede dejar la temporada. No. El ser tabladero es comprometerse con una tradición centenaria. Es sentir La Petatera como parte de la vida propia. Es sentir la emoción al saber que Febrero se acerca y ya comenzaremos a edificarla.
“Nosotros ya estamos viejos. A ustedes es a quienes les toca defender esto”, nos decía mi abuelo referente a que algunas personas, ajenas a la tradición, proponían hacer una plaza de toros “más” segura. Una plaza de toros de material. Muchas anécdotas nos podría contar si aún viviera. Pero lo que más recuerdo, era ver en su rostro una felicidad que solo se puede entender gracias a La Petatera. Un cierto día dijo que ya no iría a ayudarles con la madera. Sus rodillas le dolían demasiado para estar recorriendo todo el día la plaza. Fue a finales de 1997. Pero a inicios de 1998 le pidieron su apoyo. Solo viendo su rostro ese momento podrían haberse dado cuenta de cuanto quería la fiesta. Es algo que no puedo definir con palabras. Si, era felicidad.
“Primero se cae el padre del pulpito antes de que se caiga la plaza”, decía, debido a las múltiples dudas de algunos detractores, que dicen, que la plaza es insegura. La Petatrea no se ha caído y dudo que algún día se caiga. Esta Plaza es para siempre.
Son 150 años de tradición. 150 años de tener a La Petatera. Es un buen momento para hablar sobre ella. Pero también es un buen momento para hacerle un homenaje póstumo a él. A Don Jesús Aguilar Corona por todas sus enseñanzas. Los que me conocen saben que fue, es, mi pilar. A pesar de que ya no está físicamente aquí conmigo. Además de enseñarme a enfrentarme a la vida, le agradezco haberme formado, haberme arraigado este cariño por La Petatera.
Recuerdo estar en esto desde hace más de veinte años y todavía siento la misma emoción. El estar entre la gente que año con año viene a disfrutar de la fiesta es reanimante. Los gritos. El ambiente.
La Petatera es un símbolo de identidad. Una manera de sentirnos de la villa. De “La Villa de Álvarez”. Una persona fue la que me inculcó que es más que una plaza de toros. La misma persona que me enseño a enfrentarme a la vida. La persona más importante en mi vida. Mi abuelo. Don Jesús Aguilar Corona.
Él siempre se sentía mucho mejor cuando se acercaba la fecha de comenzar la construcción. Aun cuando le costaba más trabajo caminar, lo hacía con una vitalidad asombrosa. Fue, durante muchos años, inspector de madera. Se encargaba de revisar, y en su caso rechazar, la madera y petates que se utilizan para la edificación de la plaza. Participó como constructor aproximadamente desde los veinte años de vida, esto es por ahí de 1932. Como tabladero tuvo la oportunidad de construir durante aproximadamente 40 años un palco. Bueno, antiguamente si se quería hacer un paco de sombra, se tenía que hacer uno de sol. Conoció a bastantes personas durante su vida en La Petatera. Durante muchos años su presencia era indispensable en la construcción, ya que no cualquiera se echaba a cuestas la tarea de rechazar madera y aventarse broncas con los inconformes. Pero fue alguien, que como pocos, conocía de mucho de madera.
El hacer un tablado no es solo pensar en las ganancias que puede dejar la temporada. No. El ser tabladero es comprometerse con una tradición centenaria. Es sentir La Petatera como parte de la vida propia. Es sentir la emoción al saber que Febrero se acerca y ya comenzaremos a edificarla.
“Nosotros ya estamos viejos. A ustedes es a quienes les toca defender esto”, nos decía mi abuelo referente a que algunas personas, ajenas a la tradición, proponían hacer una plaza de toros “más” segura. Una plaza de toros de material. Muchas anécdotas nos podría contar si aún viviera. Pero lo que más recuerdo, era ver en su rostro una felicidad que solo se puede entender gracias a La Petatera. Un cierto día dijo que ya no iría a ayudarles con la madera. Sus rodillas le dolían demasiado para estar recorriendo todo el día la plaza. Fue a finales de 1997. Pero a inicios de 1998 le pidieron su apoyo. Solo viendo su rostro ese momento podrían haberse dado cuenta de cuanto quería la fiesta. Es algo que no puedo definir con palabras. Si, era felicidad.
“Primero se cae el padre del pulpito antes de que se caiga la plaza”, decía, debido a las múltiples dudas de algunos detractores, que dicen, que la plaza es insegura. La Petatrea no se ha caído y dudo que algún día se caiga. Esta Plaza es para siempre.
Son 150 años de tradición. 150 años de tener a La Petatera. Es un buen momento para hablar sobre ella. Pero también es un buen momento para hacerle un homenaje póstumo a él. A Don Jesús Aguilar Corona por todas sus enseñanzas. Los que me conocen saben que fue, es, mi pilar. A pesar de que ya no está físicamente aquí conmigo. Además de enseñarme a enfrentarme a la vida, le agradezco haberme formado, haberme arraigado este cariño por La Petatera.
2 comentarios:
la vida de mi gente de villa de alvarez
Que los sentimientos perduren, no es casualidad, es el legado de este gran hombre,de quien heredamos el amor por esta fiesta y el orgullo de poder disfrutar de la Petatera.
Justo esta vez,cuando con tanta frivolidad se expresan acerca de que si es importante o no, que si las tradiciones deben "modernizarse", en fin,creo que la misión de personajes como el Abuelo Chuy, son los que deben prevalecer.
Dar el justo valor a la identidad e historia de un pueblo, que preserva sus raíces culturales y forja hombres y mujeres con sentido de pertenencia, eso es en lo que las autoridades deberían pensar y no en la revancha como castigo por no estar de acuerdo.
Defender desde cualquier trinchera las tradiciones es lo que procede hacer, tu lo haces desde este medio, difundiendo lo que es real: el amor de nuestros viejos por estas fiestas, ellos los que saben y ellos lo vivieron.
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