Hace algunos meses, platicando con unos amigos, debatimos sobre la pena de muerte. No recuerdo la razón de que en aquella ocasión salió el tema en la plática, pero uno de ellos defendía este tipo de práctica en ciertas circunstancias. Algunos otros estuvimos en desacuerdo absoluto, puesto que, como yo pensaba en ese momento, nadie tiene la autoridad para decidir sobre la vida y muerte de otra persona. Esta conversación la recordé, ahora que esta hasta esta hora (20:38 hrs.), está en vilo la inminente muerte del mexicano José Medellín en el estado norteamericano de Texas. Pero me he puesto a pensar y quizá me he planteado esta práctica de otra manera.
José Medellín es un violador y asesino confeso de dos adolescentes latinas en 1993 y que desde 1994 está condenado a muerte. Activistas contra la pena de muerte y hasta el propio secretario general de la ONU han rechazado y apelado a la clemencia para este condenado a muerte, basándose en tratados internacionales y en la buena voluntad. La Corte Internacional de La Haya emitió una recomendación puesto que Medellín no tuvo la ayuda de su consulado como las leyes internacionales lo marcan. Y todo esto es válido.
Pero, ¿cuál fue la clemencia que tuvo José Medellín para las dos chicas violadas y asesinadas? ¿Qué obtuvieron las victimas al pedir clemencia contra los tipos que las violaban y justo antes de asesinarlas? ¿Cómo purgar una condena en vida cuando dos adolescentes murieron de esa brutal manera? ¿Es verdad que el ojo por ojo nada puede resolver?
Medellín no actuó solo. Pero fue participe, según su propio testimonio, de el hecho y sin importar (porque la verdad lo desconozco) si a los demás implicados les fue aplicada la misma sanción, él participó.
Me he hecho esta pregunta y vaya que es difícil contestarla: ¿le desearía la muerte a alguien si mata a un familiar? Y mi respuesta fue definitiva: SI.
Cada quien hágase esa pregunta y decida.
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1 comentario:
Desde el punto de vista meramente jurídico y de logísitica al combate a la delincuencia y a la erradicación de crímenes cometidos con brutalidad y violencia, no deben estar implicados sentimientos personales y creencias propias. Las ciencias sociales no se manejan ni entienden de esa manera. Por supuesto que nadie aplaude ni justifica lo que el mexicano hizo con las dos muchachas, pero él es un producto de la sociedad que lo rodea y de eso él no tiene la culpa.
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