martes, 20 de agosto de 2013

Quinto acto... La independencia

Con 19 años cumplidos, las cosas son muy difíciles para una mujer que trata de salir adelante en un mundo laboral en el que son segregadas a secretaria, cuando tienen suerte, o al mundo de la limpieza. Pero Rebeca llevaba consigo una carrera técnica y miles de sueños encima. Además de un carácter que podía atemorizar a cualquier carcelero.

Criada en una familia totalmente desmembrada por la pobreza, su belleza le abrió puertas que a pocas se les abrían. Y ahí fue donde comenzó el problema con su padrastro. Él nunca creyó otra cosa que no fuera una puta para que la ayudaran a terminar la secundaria nocturna y pagarle la escuela técnica.


Un día, después de humillarla frente a sus hermanos y mamá al “desenmascarar” un falso romance con don Lupe el tendero, no soportó más y decidió que era el momento preciso de irse de ahí. Nunca hubo apoyo para que se superara, que importaba si no había apoyo para que se independizara. Y esa misma tarde, se fue para siempre de esa casa a la cual tenía muchos años de no considerar un hogar.


Después de ir y volver por casas de amigas, logró conseguir un trabajo con el cual podía rentar un cuarto en el que con trabajos cabían una cama y una silla. Todo lo demás podía ser un lujo, así que sólo se dio el de tener un espejo de cuerpo completo y que a la postre le sería de mucha utilidad. Antes de terminar ese año, ya estaba graduada como técnica en secretariado empresarial.


El calvario que sufrió en su casa le parecería un día de campo con lo que le esperaba. El mundo empresarial es mal visto para quien no termina la universidad y sobre todo si es mujer.

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