miércoles, 1 de octubre de 2008

... no se olvida

No estuve ahí. Ni siquiera había nacido. Pero igual, me horroriza lo que pudieron sufrir, antes de morir, las personas que esa tarde se manifestaban en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Sí, 2 de Octubre no se olvida.

Fue hasta 20 años después que me enteré de lo que pasó ese día a las 6.10 de la tarde. A pesar de mi corta edad, supe que habían matado a muchos estudiantes y que los militares y policías fueron los responsables. No pude entender el por qué. Ahora, 40 años después de los hechos, recapacito todo y veo mejor las cosas. Reflexiono. Trato de entender al menos a uno de los jefes militares encargados del asalto. Trato de entrar en la cabeza de un Secretario de la Defensa Nacional, Marcelino García Barragán, que impávido debió de tomar el parte del día. Y no puedo. Nunca podré al menos imaginar. Matar por matar.

Hace un poco más de dos semanas comenzó una nueva etapa en la vida insegura de México: el terrorismo. Y cito textual a la Real Academia Española “Terrorismo:Dominación por el terror. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror.” Entonces, ¿no es que el terrorismo en México comenzó el 2 de Octubre de 1968? ¿O quizás antes? El brazo de un Gobierno autoritario, temeroso de las manifestaciones en su contra, calló a los jóvenes que manifestaban su derecho a una educación libre, jóvenes que exigían su derecho a pensar libremente, amedrentando así a cualquiera que quisiera exponer sus ideas, por más elementales que estas fueran, en contra del sistema represor.

Es muy cierto, que pudo haber personas de los mismos movimientos que pensaran radicalmente y que sus exigencias fueran más allá de manifestarse por sus derechos. Es natural que hubiera sucedido. Pero, la manera de reprimir esa manifestación pacífica, de ninguna manera se puede concebir. Fueron engañados, y llevados un paredón inmenso, en el que sin miramientos de que fueran observados por el mundo entero, asesinaron a muchos estudiantes. Asesinaron, desaparecieron, torturaron. Todo bajo el resguardo de la impunidad. Y nadie pagó por eso.

El ahora exPresidente y entonces Secretario de Gobernación, por su edad fue sujeto de un proceso judicial en su domicilio. ¿Y el Presidente en turno? Ya murió, pero, ¿por qué no sacarlo de los libros como tal? Al menos que pague post-mortem por su delito, que su recuerdo sea el de un delincuente. Que en lugar de ser únicamente llamado exPresidente, sea llamado exPresidente y Asesino. Creo que los muertos de esa tarde lo merecen. Si no hubo justicia desde aquel entonces y hasta ahora, que la historia le cobre por siempre al asesino. A los asesinos.

Ahora México libra una batalla contra un crimen organizado cada vez más carnicero. El muerto nuestro de todos los días es cosa natural. Ya no es de extrañarnos que un día haya varios decapitados y otro día se encuentren a dos metidos en un tambo con ácido sulfúrico o que avienten granadas a una multitud indefensa. Ya no nos impresionan esas cosas. Y esto seguirá en ascenso. Pero no por eso debemos de olvidar que hace 40 años, manos asesinas no menos crueles y traidoras, mancharon la historia del país. Mancharon de sangre a las instituciones. Vistieron de luto a muchas familias. Por todo esto nunca debemos de olvidar, debemos de conservar esta memoria, debemos de exigir justicia a cada uno de los delitos que se cometen. Y gritemos en nuestras conciencias, ¡2 de Octubre no se olvida!

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