Instantes de reflexión, en lugar del claxon irritante e inútil, es lo que se debiera de hacer en un día de congestionamiento. Vialidades magnánimas, personas iracundas, binomio del caos.
Un desayuno, un aperitivo, el momento de la manita de gato, la nota del día en los diarios o en la radio, la llamada por celular, el funcionario trasladado en moto por un policía federal.
Tres minutos, convertidos en media hora. Trazos del smog, pintas de grafiteros, aviones en dirección y distancia correctas, helicópteros reportantes, motocicletas habilidosas.
Todo esto puede suceder, en un día de congestionamiento en una ciudad, como la Ciudad de México.
PD: los de Colima pudieron ir ida y vuelta a Manzanillo, o llegar a Guadalajara. Los de la Ciudad de México pudieron ir a Iguala o estar por llegar a Querétaro. Nosotros sólo cruzábamos la ciudad.
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