En la misma medida en que tomamos en cuenta la vida, debemos de considerar la muerte, puesto que esto último es lo único que tenemos seguro.
La rutina diaria nos va dando la oportunidad de conocernos, de mantener una relación sana con las demás personas y darnos cuenta de lo precioso que es vivir; la convivencia nos va marcando el rumbo de cómo podremos vivir felices en nuestro entorno. Pero eso se terminará. Así que pensar en la muerte como un estornudo es algo que paulatinamente debemos de concebir en nuestro diario amanecer.
La medida del dolor que sentimos cuando alguien querido muere, es inversamente proporcional a la aceptación que tenemos es ella, porque una cosa es saber que moriremos y otra muy diferente que aceptemos la muerte. Cuando menos la esperamos es cuando hace su entrada fatal.
Días, meses es lo que tardamos en entender las sensaciones post mortem de algún familiar o amigo, puesto que la negación del hecho es la mejor manera de sentirnos mejor. Pero eso de ninguna manera nos devolverá su presencia.
Valoremos la muerte con una vida plena, llena de felicidad y sobre todo disfrutándola como si fuera el último día que estemos con ella.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario