Uno de los grandes males que sufre el país es la corrupción. Ese cáncer que lacera la evolución de México, podemos encontrarlo en todos lados. No es privativa de clase media o media-baja, que de por si clasificar a la población es algo repugnante. Es cuestión del empresario, el político, el servidor público. En fin, de todos. Cuando responsabilizamos a las fuerzas del orden, dígase policías, tránsitos, agentes federales de caminos, no nos damos cuenta de que en todas, si todas, las dependencias gubernamentales se ejerce esta práctica vergonzosa y lo que es peor, nosotros en algún momento hemos participado en ella.
Todos nos hemos dado cuenta de que en alguna dependencia de gobierno alguien nos pide una cooperación para agilizar los trámites que necesitamos. Y claro, por ahorrarnos el tiempo y la molestia de hacer filas interminables e inútiles, pues damos esa “cooperación voluntaria”. Algunos se hacen los locos y se dicen que eso no es corrupción, sino simplemente los “gestores” están agilizando el servicio. Dan risa.
Dentro de las empresas privadas también se dan estas vergonzantes prácticas. Cuántas veces hemos escuchado que empresas que se licitan para hacer algún trabajo utilizan materiales de mala calidad, hacen planeaciones incorrectas o deficientes, pero eso si, cobran a tiempo y claro sin contratiempo alguno. Estas son maneras tan sutiles de decir que estamos avanzando a nuestra propia destrucción como sociedad. Si no componemos esta situación pronto tendremos grandes problemas que difícilmente se podrán resolver.
El primer paso que debemos de dar es la autocrítica. Debemos de darnos cuenta que cada uno de nosotros tenemos gran culpa en que exista este mal. Si no accedemos a prácticas corruptas, si evitamos tentaciones, podremos terminar con este problema. No dejemos a nuestros descendientes esa tarea. Ellos tendrán sus propios problemas. La legalidad comienza por uno mismo. Sólo hay que aceptar que estamos haciendo las cosas mal. Como les digo, todos hemos participado de alguna manera en este mal. Así que hagamos algo o este país terminara de irse al carajo.
Todos nos hemos dado cuenta de que en alguna dependencia de gobierno alguien nos pide una cooperación para agilizar los trámites que necesitamos. Y claro, por ahorrarnos el tiempo y la molestia de hacer filas interminables e inútiles, pues damos esa “cooperación voluntaria”. Algunos se hacen los locos y se dicen que eso no es corrupción, sino simplemente los “gestores” están agilizando el servicio. Dan risa.
Dentro de las empresas privadas también se dan estas vergonzantes prácticas. Cuántas veces hemos escuchado que empresas que se licitan para hacer algún trabajo utilizan materiales de mala calidad, hacen planeaciones incorrectas o deficientes, pero eso si, cobran a tiempo y claro sin contratiempo alguno. Estas son maneras tan sutiles de decir que estamos avanzando a nuestra propia destrucción como sociedad. Si no componemos esta situación pronto tendremos grandes problemas que difícilmente se podrán resolver.
El primer paso que debemos de dar es la autocrítica. Debemos de darnos cuenta que cada uno de nosotros tenemos gran culpa en que exista este mal. Si no accedemos a prácticas corruptas, si evitamos tentaciones, podremos terminar con este problema. No dejemos a nuestros descendientes esa tarea. Ellos tendrán sus propios problemas. La legalidad comienza por uno mismo. Sólo hay que aceptar que estamos haciendo las cosas mal. Como les digo, todos hemos participado de alguna manera en este mal. Así que hagamos algo o este país terminara de irse al carajo.
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